martes, 7 de febrero de 2012

Crónicas tipográficas I


Manualidades

Si vuestro narrador tuviera que trazar un paralelo entre la historia que a continuación he de relatarles y las vivencias de nuestro protagonista, tomaría la metáfora que tiene a mano.  Para sentirse a gusto con lo que produce, este humilde hacedor de fantasías ha encontrado en su viejo camarada, el lápiz, y su etérea amiga, la hoja, dos aliados que le brindan soltura y confianza.  Es quizá, para estos tiempos modernos y arrolladores, una vil pérdida de tiempo, ya que después se verá obligado a pasar en limpio, aquellas tibias notas a su frío ordenador, pero cuando quien recoge los frutos (alguien como el narrador presente)  siente la satisfacción de una buena cosecha, el universo se vuelve atemporal, y los límites entre la contemporaneidad y lo primitivo se desdibujan para traernos la esencia.  Alguien como yo, quien confía en lo primitivo de los medios, va a narrarles una historia construida con tijeras y plasticola.


Desde un principio quedó claro, ha manera de comunicado militar "... repetimos, queda terminantemente prohibido, en el comienzo de este ejercicio, el uso del ordenador...".  Y la desesperación tremoló arremetida, entre cabezas de píxeles, DPI's y memoria RAM.

"¡OH! ¡No, me cortaron las piernas!" Sollozó una voz desde el fondo de la multitud al terminar de oír la consigna.  "¿Che, no sabés  si el mousse corta papel?" Preguntaban cerebros más ingenuos (pero bien peinados).  "Ah, bueno todo bien, pero si quiero que un texto me quede con la misma tipografía..." de parte de los más aplicados, quienes a veces ponen su empeño en la prolijidad y olvidan lo importante del contenido. "¿...Q-Q-Que los significantes qué?" Alguien que se había quedado bastante dormido.  Son estas sólo algunas de las frases que se oyeron aquel 23 de mayo del 2001 (¿alguien puede creer que realmente recuerdo la fecha exacta?, es sólo para agregarle mas realismo escénico al relato) entre las frías paredes de una clase de por el segundo piso, bah, de por ahí, y que nos cuentan el desconcierto de estos jóvenes modernos, que inician con su herramienta de trabajo una relación poco más que interdependiente, y que los lleva a veces a ponerles cariñosos sobrenombres, a contar "divertidas" anécdotas, y hasta se inicia la práctica entre estos grupos de rarezas en el lenguaje, jerga que se conoce, con ejemplos como el clásico "y, flateneala" o el conocido "pleiceala", cosa que no es otra cosa que la readaptación del famoso English-Vector Method.

Y en cuanto a nuestra protagonista, que aquí ya recibe un género, y que denominaremos Van-G, estaba viviendo otras transiciones aparte del cambio en el método de trabajo.  Fue puesta repentinamente a trabajar junto a otro grupo, que se conformaba de otras almas pululantes que en realidad estaban viviendo exactamente la misma experiencia.  También venía de vivir cierto desconcierto con respecto a los resultados obtenidos en el primer ejercicio, por lo que se encontraba un tanto reticente, aunque bien predispuesta.

Desde el comienzo se sintió a gusto, aunque se me hace difícil distinguir si era la comodidad un sentimiento sincero, o era mas una cosa de entrega a lo que ocurriera en el futuro con su cursada.  Para no sembrar negatividades, y siendo  arbitrario, este selectivo escribiente se quedará con la primera opción.

Fue una suerte que la propuesta ligara un par de ingredientes con los que Van-G tenía una agradable relación: lo manual y tangible dábale  una suerte de sensación de control total sobre lo que proponía; la cuestión de buscar en papeles viejos y no tanto los elementos que necesitaba, tornose repentinamente en una suerte de juego infantil que acarreaba gratos recuerdos de colages olvidados; esa pincelada de contenido histórico, ligado al arte exclusivamente, otorgole  una familiaridad con los temas de los que era ávida lectora... lo lúdico que ella misma le adjudicó al trabajo, relajó tibiamente la tosca sonoridad de Doña Responsabilidad.

Aparte de todo esto, porque no decir así, entre Nos, que en su interior, ingenua, un leve flujo de orgullo acarició su cerebrito y le hizo recordar cual palabras de un buen padre: "ah, pero vos... vos cursaste Historia II".  Al fin sentía que había llegado la hora de usar ese bagaje (por no decir bagallo) de conocimiento adquirido.

Pero al principio la historia tuvo varios giros, que irremediablemente marearon a Van-G, le hicieron perder un poco de su preseguridad de propia manufactura.  Cuando el formato apareció en sus manos junto a tales consignas, divertidas pero hasta ese momento intrasladables, se vio en la necesidad de recurrir a los más trillados recursos con el único objetivo de, con el martillo en la mano, poder golpear el clavo.  Pero por un par de clases no dejó de golpearse los dedos.

De todos modos algo debía hacer, se encontraba algo perdida pero entusiasmada, por lo que bien, decidió tomarse de lo más conveniente: el entusiasmo.

Poco a poco de esas cuatro forzadas piezas, algunas fueron cerrando, hasta que más o menos se le encontró la vuelta tres de ellas, pero la de Futurismo todavía era una incógnita. No importa, sigamos...

El trabajo no estaba todo dicho todavía, faltaba, según hizo ver el restregueo de manos de los profesores, la mejor parte.  Presentaron un arduo trabajo, en el que su probada convivencia con los elementos manuales sería, esta vez, no solo una prueba, sino más bien una indicación sine qua non.

Con una fuerte temática en la mano, y en la cabeza nuestra alumna debería demostrar, que con puestas en páginas llamativas y convocantes, podría demostrar a manera de publicación, el autoritarismo, en su caso.

Y fue muy alentador como se duplicó la producción en esa semana y en la que siguió, todo se tornó para ella muy entretenido.  Recortar y pegar, encontrar el pedacito justo, y ni prender su ordenador (confesaremos, excepto cuando debió encontrar algunas palabras para la frase obligatoria, ¿se habrán dado cuenta?).

Ya desde la primera corrección su trabajo tuvo una buena aceptación, fue bienvenido porque fue también bien concebido, ya que se hizo desde la atmósfera de la diversión, desde el Querer Hacer, y en otras entreveistas que tuve con nuestra alumna para terminar esta nota, que más allá de aprender sobre diferentes formas de ponerse frente a la tipografía en el transcurso de la historia, de cómo querían transmitir sus protagonistas diferentes ideas propias a través de sus trabajos, y de cómo reinterpretar esas formas de decir, ella aprendió cuan importante es entretenerse con lo que está haciendo

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