martes, 7 de febrero de 2012

Crónicas tipográficas II


Lejanos Recuerdos de un Rechazo Prejuicioso

Diario de una ardua tarea, enfrentando el acorralamiento que produce en un espíritu libre la sensación de estar cerca de una estructura cerebral demasiado ortogonal.

En cuanto me propusieron hablar de estas experiencias, además de que lógicamente me haya preguntado curiosa "¿Para qué?", Sobrevino a mi cabeza cual gráfico de barras empresarial los distintos grados de satisfacción personal en los que me había encontrado a lo largo del año.  Y como estas páginas terminaran de demostrar, se diría que el comienzo no fue de lo más alentador.




Retomar sobre este punto me parece interesante, antes de continuar con el relato, ya que es muy llamativo como el alumno promedio toma en consideración las primeras clases de una cátedra a la que se ha incorporado recientemente, no olviden, que los educadores son puestos bajo microscopio cada cinco segundos promedio en una clase que dura de 3 a 4 horas por el educando.  Las primeras clases mostrarán al alumno desorientado un perfil mas o menos general de lo que la cátedra querrá extraer de su cerebrito más tarde.  En este punto debo confesar que mi "Teoría del Perfil Catedrático de Comienzo de Jornada" ha caído en saco roto (aunque volveré a insistir). ¡Me engañaron, que locos son! (piensen que si esto lo leen a manera de "Pí - CARONES", se convertirá en algo símil gracioso)

Para empezar a describir cual fue el espectro de sensaciones por las que me trasladé en el primer trabajo, es necesario, a priori, aclarar acerca de mi decisión de unirme por segundo año consecutivo a Industrias Cordo inc.  Las razones estaban bastante claras en mi cabeza el día que tuve que inscribirme (pero sólo me pasaba con tipografía, no vaya a creer el lector incauto que esta narradora siempre tiene todo tan bien premeditado):  había tenido gratas experiencias en el trayecto de Cordo I; me había reconciliado con mi misteriosa aversión hacia la tipografía, y en esto tuvo mucho que ver mi profesor, al que prefiero mantener en el anonimato por dos razones, la primera es que no quiero pecar de condescendiente, y la segunda por el solo hecho de dejarlos con lo que  yo llamo "La Espina del Chismoso".  También debo ser honesta con ustedes y conmigo misma, y aclarar que aquel 2000 había sido un buen año junto a C1, por lo que pensé que en todo caso podría estar un tanto más tranquila, conociendo un poco a los bueyes con los que araba y no teniendo que obligarme a recorrer otra cátedra absolutamente nueva, como me pasó en Morfología II, que... perdón me estoy desviando.

Y bueno, aquí estábamos, marzo o abril del 2001, expectativas, impaciencias y algunos temores (¡No soy She-Ra!, la hermana de He-Man, ¿se acuerdan?, esa que tenía un caballo que volaba, bueno si no, no importa, será como se dice, un chiste de jerga interno, y aquí es cuando al lector le saco la lengua, y los de Comunicación me corren por todo el Pabellón 3).  Y vienen y se me aparecen con los Significantes.  "¿Los sig-ni-fi-quÉ?" dijo mi hemisferio norte del cerebro.  ¿Dos letras que se pegan que luego conformarán un sistema? ¿Partiendo de formas que conocemos, obtenemos una tercera totalmente nueva que adquiere una identidad propia, con valor de signo, pero que sigue siendo parte del sistema anterior? No era Chino Básico, yo entendía qué me querían decir algo, y era algo de lo que yo ya había oído hablar, pero a la hora de sentarme frente a la Commodore nada pasaba.  Embardunaba la puntita de la flechita con UHU, agarraba dos signos tipográficos y los pegoteaba todos en el ILUSTRATOR... y nada, Che.  Después probé con Recortá y Pegá, y fue peor, más desesperanzador aún.

Y aquí es cuando entra el tema del prejuicio, el enojo, mezcla de desesperación y negación, y  del engaño al que me refería más arriba.

Si mis siginificantes eran malos, no pueden imaginarse el panic-attack (tan de moda) que sufrí cuando me dijeron que de ahí saldría una familia de números, me dije a mi misma, como una madre desesperanzada, "¡Socorro, van a salir todos deformes!".  Y digamos que tener hijos deformes no era una idea que me agradaba, más cuando llegara la hora de la entrega.  "¡¿Qué hice?!, estos de dos son re-cuadrados.  Demasiada estructura, mucho acotamiento, muchas limitaciones.  Esto no es para mí, ¿dónde estás Longinotti MORFO I?".   Y sí, si debo contar mi experiencia personal, y hablé de no ser condescendiente, esto fue lo  que pensé realmente en aquel momento.  Reacción típica de alumno desesperado, frente a una fecha que se avecina y frente a un trabajo que no camina.

Y en esta atmósfera turbulenta di a luz a mis Significantes, y más tarde a sus hermanitos Números.  Había que hacerlo, y digamos que cuando uno pone en su cabeza algo como esto, que linda más con la obligación que con la satisfacción de un trabajo bien hecho, nunca queda contento y los resultados tampoco son los mejores.  Por lo menos en lo personal, y creo que es bastante general, me resulta muy difícil agradarme cuando las consignas me son esquivas o me disgustan.  Es un maldito síntoma de Caprichismo, ya que cada uno de nosotros sabe que cuando trabaje, más de una vez habrá trabajos que no le serán de su total agrado, y que sin embargo deberá poner todo de sí para obtener los mejores resultados, o ir virando, condimentándolo con cosas que sí nos colmen, para así poder convivir tranquilos "Mi trabajo y yo" (es la típica, y es ahí cuando te mandan a estudiar Bellas Artes).  Pero bueno, heme aquí , no siendo más que otra representante de una juventud que se revela y no siempre se adapta.  ¡Utopías, que le dicen!.

Esta narradora ha cumplido en este breve, mas no por eso poco exhaustivo, su objetivo:  Introducirlos en el camino de mi cursada; poner en palabras ese gráfico de barras imaginario, que empezó en x=1 (trabajos), y=5 (calificación obtenida), aunque es necesario ser sigiloso cuando se maneja la segunda variable al hablar de calificación, por que no siempre refleja cuáles son nuestras sensaciones (muchas veces una mala calificación no significa que el trabajo no nos haya gustado o nada hayamos aprendido, y viceversa); comenzar hablar por que siento que prejuzgué la cátedra, y  a lo largo de las próximas entregas se irán dando cuenta de cuanto variaron mis emociones (que vendedora que soy, así me siguen comprando los relatos que vienen, como una novela, ¡Voy a hacerme millonaria, ja, ja, ja!).








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